Después de descansar más o menos, gracias a que las cortinas no quitan nada, bueno, casi nada de luz, son las 6:30 cuando abro el ojo. Sin llegar a dormirme, medio, medio aguanto hasta casi las 07:30. Aprovecho para bajar equipaje a la moto y luego me siento a desayunar. Fruta, el consabido pan con mantequilla, el croissant que no puede faltar y ésta vez me ofrecen huevos con bacon que declino, no sé si será porque hay ingleses alojados… La pareja que lleva el alojamiento, son… pintorescos. El hombre mayor y con un peluquín de no te menees. La chica, joven y simpática. Ambos muy amables. Bueno, adelantar la carga de la moto me permite salir antes que otros días, lo que se agradece.
La moto hoy se ha puesto tonta desde el principio con el tema del ABS. Ya estoy empezando a cabrearme, porque además lo voy a pagar yo cuando la culpa la tiene el inútil que me puso los neumáticos. En fin, intentaré olvidarme de este tema.
Como nunca se sabe y ya es habitual fundir bombillas cuando hago estas salidas, de hecho, se me pasó comentar que en la primera etapa, fundí una y puse de repuesto otra de otro faro de la moto, he parado en un taller de paso y he comprado una lámpara de repuesto. Carita, pero… ya no hay de donde sustituir, conque no quedaba más remedio que comprar otra.
El tiempo, pues afortunadamente igual, aunque eso suponga deshidratarme.
Y ya con el tema de las visitas, prontito porque está cerca, me llego a Avranches. Una iglesia como el resto de las de por aquí. No está mal. Foto, visita y sigo.
Avranches. Iglesia Notre-Dame-des-Champs
Llego al plato fuerte del día y quizás del viaje, el Monte Saint Michel. Dejo la moto, esta vez he hecho hueco en una maleta para guardar el casco y así no llevarlo encima. Cuando llego hay una moto de un italiano que había dejado la chupa y algo más sobre su moto, parece una buena idea y hago lo propio esperando que no pase nada, como así ha sido. <no sé si en otro sitio hubiera desaparecido la chupa… Así pues, me dirijo a los autobuses que te llevan hasta el monte gratuitamente. No entiendo muy bien cómo va tanta gente andando. Nada más bajar del autobús, la vista del monte que se ofrece es impresionante. Voy hacia la entrada y comienzo a subir hasta la Abadía. No sé cuantos peldaños he subido, pero los últimos los llevaba a un ritmo de cinco por minuto. Aunque no llevaba chupa ni casco, llevaba los pantalones y las botas, que se hacen pesados y calurosos también. Por fin, llego a la Abadía, saco la entrada y me dispongo a su visita. Por tema de horario no cojo un una visita con guía en español, tampoco guía auditiva, así que recorro toda la Abadía sólo.
Aunque todo el conjunto merece la pena, a mi modo de ver, es mucho mejor la vista desde fuera que lo que hay dentro, sin desmerecer los numerosos edificios anejos a la Abadía. Las calles son estrechas, con mucha gente y llenas de tiendas de recuerdos, comederos y hasta un hotel. Esto, a mi modo de ver, desmerece el conjunto, pero el turismo y la ¿obligada? necesidad de sacar dinero como sea al turista, hace que proliferen estos negocios como setas.
Como he llegado pronto, he visto la Abadía y sus anexos, he abandonado el monte sobre las 11:30. El resto, las calles, son todas iguales, tiendas, tiendas, tiendas… éstas, sólo hacen que pierdas el tiempo pasando por calles que son más de lo mismo. Lo más impresionante como ya he dicho, la Abadía y las vistas desde el exterior.
Antes de salir pago el parking. 4,40€. Voy hacia la moto pensando si todavía estará mi chupa encima de ella… Sí, han respetado mis cosas.
Obviamente, uno de los más importantes monumentos de la ruta se merece unas cuantas imágenes, que, para no alargar, os agrupo en esta galería:
La siguiente parada de mi ruta me lleva a Dol-de-Bretagne. Allí descubro la Catedral de San Sansón. Una iglesia (si, otra más) mucho más aparente por dentro que por fuera:
Siguiendo camino llego a Fougères. Allí veo por fuera (estaba cerrada) la Iglesia de San Sulpicio, construida en el siglo XV en estilo gótico flamígero con notas típicas de la arquitectura bretona y el Castillo de Fougères, construido entre los siglos XII y XV. Chulos y donde, dada la hora, aprovecho para comer. Unos «Moules marinieres» (mejillones) y «Frites» (patatas fritas), algo que parece ser típico de la zona porque este era el menú en todos los sitios por los que pasaba. Unos mejillones al vapor con cebolla y especias que les dan un sabor agradable. Estaban buenos. Solo que más bien parecían berberechos que mejillones por el tamaño; y que no sé que pintan las patatas solas. Si es cierto es que he visto muchos carteles por la zona anunciando ‘pommes de terre’. Deben ser buenas y puedo dar fe de ello. Ya que estamos, un postre como una Crepe de Nutella viene que ni pintado para postre. Todo esto en una terraza y con vistas al Castillo. Muy agradable.
Así es Fougères:
La última etapa es en Vitré. Ciudad agradable y bonita de pasear. Aquí he podido ver El Castillo y algunas iglesias. Aquí la tenéis.
Ya que la hora lo permitía y que era la última parada de mi ruta, he aprovechado para descansar de la visita y del viaje sentado en una terraza, la etapa era corta y me podía permitir ese lujo. Luego, visto lo visto, he comprado algo para cenar en el apartamento, porque como imaginaba, aquí no dan tampoco ni la hora .
Ya sólo me queda comentar el destino. Otro sitio en el culo del mundo. No sabría decir cuál es el más alejado de todo. Muy bien puesto, pero sin nada ni nadie alrededor. Yo, que aunque me gusta el campo, soy urbanita, ya me cansa esto. Me lo tengo que mirar para el próximo viaje. Bueno, no tan en el culo del mundo esta vez. El pueblo está relativamente cerca, pero no me apetece coger la moto de nuevo después de bañarme, me estoy haciendo mayor. La verdad es que prefiero pasear antes que coger la moto y acercarme a donde sea.
Mañana la etapa vuelve a ser un poquito larga. 303 kms. voy a ir por la zona de la costa hasta Morlaix.