Tenía este día para dedicarlo a otra zona de los alrededores de Cádiz. Salgo del Hotel y me dirijo a Arcos de la Frontera. Puerta de entrada a la Ruta de los Pueblos Blancos, Arcos está considerado uno de los pueblos más bellos de España. Existen huellas de sus primeros pobladores prehistóricos y romanos en el yacimiento de la Sierra de Aznar, pero a quien debe la ciudad su impronta y actual fisonomía es a la cultura musulmana.
A través de estrechísimas y empinadas calles y bajo antiguos arcos, el visitante se aproxima a su casco antiguo, declarado Conjunto Histórico, donde se conservan joyas monumentales como el castillo de los Duques (s. XV), la Puerta de Matrera (ss. XI-XIV) y los restos del recinto amurallado, sus palacios y casas señoriales, la basílica de Santa María, la iglesia de San Pedro, además de numerosos templos, capillas y conventos.
Como siempre, toca seleccionar la parte monumental más característica posible compatibilizando lo mejor posible, Arte, Monumentos y moto. De todo lo interesante de este pueblo, seleccionamos:
Este edificio del siglo XVI destaca por una majestuosa torre-fachada de estilo barroco, mientras que en el interior encontrarás armoniosas capillas laterales, un coro barroco del siglo XVIII y sobre todo, un excelente Retablo Mayor del siglo XVI, con elementos góticos y renacentistas.
La Basílica de Santa María de la Asunción, levantada sobre los restos de una mezquita árabe y declarada Monumento Nacional en 1931, es el templo más antiguo e importante que ver en Arcos de la Frontera.
Levantado en los siglos XIV o XV en estilo mudéjar, el templo ha sufrido durante varios siglos grandes reformas que la han convertido en una iglesia con un interior gótico, que alberga un magnífico Retablo Mayor de 1585, mientras que en el exterior se mezclan elementos renacentistas y barrocos, destacando su portada de estilo gótico plateresco y la torre del campanario de estilo neoclásico.
Una pena que la plaza estuviera en obras. Bueno, nos dirigimos ahora hacia el Parque Natural de Grazalema. Paramos en Algodonales para una foto de rigor.
No solo de casas blancas vive el turista de Algodonales, y algo así parece querer proclamar la impresionante iglesia de Santa Ana, que sorprende al visitante como una aparición en plena plaza principal del pueblo, al lado del Ayuntamiento, y con los montes de la sierra de Líjar asomando por entre los tejados rojos. Edificada sobre los restos de la primitiva parroquia, Santa Ana es una joya que Algodonales y el arquitecto José Álvarez aportaron al barroco en 1784. Se trata de un templo con planta de salón, tres naves, crucero y testero plano, al que después se le añadiría una portada principal y otras laterales, salidas de la mano del famoso arquitecto barroco Antonio Matías de Figueroa, y que no harían sino aumentar su valor artístico.
Basta con posar la mirada en ella para que los ojos se vayan a su alta y esbelta torre de caña cuadrada. Su cara principal, la que da a la plaza de la Constitución, está decorada por aristas redondeadas y ricos motivos ornamentales que contribuyen a dar personalidad al conjunto.
Poco más hay que hacer por aquí y asentamos las posaderas en la moto para seguir hasta Grazalema. Situado en uno de los puntos más altos del Parque Natural de la Sierra de Grazalema, en el corazón de la emblemática ruta de los Pueblos Blancos, este pueblo enamora por las casas encaladas de blanco impoluto y balcones repletos de flores, callejuelas estrechas, el entorno natural y una deliciosa gastronomía además de la particularidad, de ser el único pueblo gaditano en el que nieva y ser el más lluvioso de la mitad sur peninsular, por lo que se recomienda llevar un paraguas y una chaqueta según la época en la que lo visites.
Después de callejear un poco con la moto, complicado a pesar del vehículo, me parece que lo mejor del pueblo es su situación en medio de esta naturaleza que el Parque la otorga y la vista que muestro da idea de ello.
Seguimos nuestro camino atravesando el Parque Natural, con pueblos del mismo corte, pero la etapa es larga y no hago paradas. Saliendo del Parque Natural llego a Alcalá de los Gazules. Aquí si hay que parar porque ya llevo mucho tiempo sobre la moto.
El rey Fernando IV de Castilla le cedió a Alfonso Fernández de Córdoba la villa y el castillo de Alcalá de los Gazules el día 21 de julio de 1310, y por juro de heredad, a condición de que mantuviera en dicha fortaleza 150 hombres de armas para cuando el rey estuviese en guerra contra los musulmanes y conviene señalar que dicha villa había pertenecido hasta entonces al realengo y que algunos autores afirman que fue entregada a Alfonso Fernández por ser un «experto defensor de la frontera contra los musulmanes». Además, la cesión del señorío de Alcalá de los Gazules fue «completa y hereditaria», como señaló Marcos Fernández Gómez, y en el privilegio de donación quedó incluso detallado el «orden de preferencias» para suceder a Alfonso Fernández en la posesión del señorío, aunque parece ser que en la práctica el nuevo propietario de la villa actuó más como alcaide que como señor de la misma, ya que así parece indicarlo el hecho de que apenas haya datos sobre su actuación en Alcalá de los Gazules y el hecho de que dejara de pertenecerle rápidamente, ya que Alfonso Fernández no la mencionó en su testamento, y Francisco Fernández de Béthencourt también añadió que «salió de sus dominios sin que sepamos precisar cuándo ni por qué». Y tras dejar de pertenecer a Alfonso Fernández, la villa de Alcalá de los Gazules retornó al realengo.
Hay que empezar a pensar en la cena y descansar un poco de moto. Estamos en septiembre, pero el calor empieza a hacer mella en el cuerpo.
Una vez repuestas las fuerzas me acerco hacia el hotel, pero en la idea de parar antes en la ‘zona del marisco’ del Puerto de Santa María para darme una cena homenaje.
Con esto terminamos el día.