Una vez finalizado el viaje y asentado un poco, quisiera hacer unas cuantas reflexiones.
La principal es que no volvería a hacer un viaje solo. Mientras conduces, genial, pero una vez despojado del uniforme de motero y dedicando el tiempo a pasear por las ciudades etapa, se echa mucho de menos una persona con la que comentar, sea o no del viaje. Se me ha hecho duro hablar conmigo mismo estos días, que no hay quién me aguante.
La segunda es proclamar que aunque he ido en moto y este vehículo es el que me ha llevado a este viaje, no he ejercido de ello. Me han pasado motos por todos los lados, despegándome -como se dice- las pegatinas. Me he dejado llevar ‘dulcemente’ por la carretera. He ido a pasar por los sitios enterándome de cómo son y no preocupándome de la carretera y evitar un susto por ir muy ligero. Recomiendo encarecidamente a que los que hagan viajes en moto, se olviden de ello y se dediquen al paisaje y no a la carretera.
La conducción es bastante peor fuera que dentro en España. Pongan atención a ello los que nunca han salido por ahí.
Un navegador bien planificado como yo lo llevaba me ha parecido imprescindible. Un mapa de papel da idea de conjunto sobre la zona por la que andas, pero el navegador te deja en la puerta de cualquier sitio por donde vas. Precaución en los Alpes, que con tanta montaña, se pierde un poco.