Después de una reparadora noche durmiendo a tirones y desayunar, salimos para la concentración de BMW. Allí me encuentro con Toni y su mujer con los que charlo un rato.
Un paseo viendo motos, tiendas de accesorios y todos los modelos de BMW imaginables.
Después abandonamos la concentración para acercarnos hacia Francia con las motos. No encontramos nada donde comer decente y al final paramos en un sitio donde por decir algo nos dan un plato a compartir que nos toca a un trozo de queso y dos de embutido (por lo menos, con algo de pan). Si a esto se le puede llamar comer… ya hemos comido. Mejor cenaremos.
Seguimos en Francia y nos acercamos a Artouste, un pueblo desde donde sale un tren cremallera por lo alto de los Pirineos al que se accede mediante un funicular. Precioso todo, pero luego, para bajar la copiosa comida, nos metemos un paseo de hora y pico subiendo hasta llegar a un lago, que no es tal lago, sino una presa.
Después del paseo (cada trayecto del tren dura unos 50 minutos), o sea, más de dos horas después, nos acercamos al Balneario de Panticosa, donde hemos quedado con Diego y Roberto, para tomar algo y ver el sitio. El sitio muy chulo, pero yo me tomo un café, no hay muchas más alternativas. Entre la comida y la caminata al lago, seguimos con más hambre que el perro de un ciego.
Por fin regresamos al hotel y esperamos con ansia la hora de la cena.
Mañana, ellos se quedan y regresan a Madrid. Yo comienzo mi aventura por Francia.